lunes, 16 de diciembre de 2013

Un domingo de otoño

Hoy ha sido un día especial en Orísoain.

El día ha comenzado espléndido. El cielo despejado, azul. El aire frío, pero completamente claro.


Los coches han ido llegando. Han aparecido, primero poco a poco, y después en tropel, cientos de personas, algunos perros y hasta algún jabalí. La paz del lugar se ha ido por unos instantes, pero para traer otra cosa. La XII Feria de la Trufa ha tenido su punto culminante y final en Orísoain.

Después ha llegado la tarde y bajo el agitar del viento, haciendo la ronda por las highlands, hemos vuelto la vista atrás y nos hemos visto caminando sobre el mar de nubes.



Desde el valle del Ebro, un ejército vaporoso ha ido cubriéndolo todo, ganando altura firme pero lentamente. Escondido tras la cima pétrea de Moncayo, lejos, el sol oculto no ha dado hoy paso a las luciérnagas que son, desde la altitud, las farolas de los pueblos.

Hoy ha tocado, volviendo ya a casa, ver desaparecer el disco blanco y resplandeciente entre una patanlla albina y espectral que, en unos veinte metros, ha cuberto camino, árboles y el mismo cielo. Sumidos en la espesura que acariciaba los pies del pueblo ha concluido este último domingo de otoño.