martes, 4 de febrero de 2014

Montañeando II: Orísoain - Sierra de Izco



Es domingo, y amanece en Orísoain con San Pelayo peinando canas. Así que la eleccción de hoy no es difícil. Vamos a pisar un poco de nieve.

Salimos de la City a las 8:58, caminito de San Pelayo (9:47). Nos encontramos con esta invernal estampa, y subiendo a la torre del vértice geodésico, vemos que toda la Valdorba norte (y parte del extranjero) tiene la cabeza blanca.

Con esta vista, y puesto que vamos pronto, el plan es llegar hasta donde se pueda por el camino que parte a la izquierda de la puerta de Sabaiza, pero cuidando de estar de vuelta a una hora prudencial.

Se agradece que, por un día, no haya tantísimo barro. Por una vez, el firme sobre el que nos movemos es sólido, y no salpica.

Continuamos por el camino que sigue por el monte, hacia la borda de lo alto de Uzquita, donde nos cruzamos con un par de senderistas. La tranquilidad del recorrido se agradece bastante, después de una semana agitada.

El sol va elevándose por la derecha, y lo que antes era nieve dura comienza a reblandecerse. A los lados del camino, y en las roderas, se van formando hilillos de agua poco a poco. A pesar de todo, no hace nada de calor, y la ropa no estorba aquí arriba. Pero se ve que, en los valles verdes, el invierno no es tan crudo.

Como dije anteriormente (ver Montañeando I), aquí arriba el viento ha campado a sus anchas en fechas recientes. Aquí podemos ver otro árbol, no hace mucho todavía en pie (las hojas están verdes), de grosor considerable, tumbado por la mala leche de alguno de los últimos vendavales.

El caso es que caminando, llegamos al alto de Uzquita, junto a lo que queda de la antigua borda (11:00), momento del primer tentempié.

Mi sombra de cuatro patas y hocico curioso intenta arrimarse demasiado al zurrón donde llevo el almuerzo, y como no le doy (es un pedigüeño) y es un poco cabroncete, mete la nariz en la nieve, y se sacude junto a mí (dos veces). Cuando acabo le doy su parte, pero le dejo bien claro que mi comida no se toca.

A partir de aquí, tomamos la pista de gravilla blanca a la derecha del cruce, y marchamos hacia arriba, hacia los molinos. Cogemos un alcorce a la izquierda, que nos ahorra un poco de pista, pues es un camino antiguo, de tierra y hierba, aunque ahora está en sombra y cubierto de nieve (hay casi un palmo en algún punto, por lo mullido de la hierba).

Y siguiendo por las pistas de gravilla y alguna exploración infructuosa de caminos alternativos, llegamos a la entrada de Sabaiza (11:55), donde sólo nos asomamos.

Como he dicho, seguiremos un poco más por el camino que parte a la izquierda, que a estas horas, con el solete cayendo de lleno, ni está tan sólido ni tan poco transitado como lo recorrido hasta el momento (hay huellas de lo que supongo es un todoterreno, y trozos de hielo junto a los charcos que parecen haber sido resquebrajados por el peso de algún vehículo).

Cuanto más avanzamos, más barro. Estos caminos, menos cuidados que los anteriores, tienen completamente anegados por el agua algunos tramos, aunque aún quedan zonas donde hasta mi sabueso y curioso amigo, mago de los equilibrios cuando quiere, da algún resbalón sin consecuencias, empeñado en caminar por donde la nieve agarra menos.

Al final, siendo ya una hora más que suficiente para ponernos a comer (12:58), y con esta espléndida vista de la peña Izaga, otro pequeño bocadillo y un poco de fruta nos hacen reponer fuerzas, junto al molino A2.11, que lógicamente es de mástil azul (ver el gran debate filosófico y trascendental de Ciclorrutas IV).

El retorno no es tan interesante. El rápido descenso hasta la puerta de Sabaiza (13:55), saltando de donde hay mucho barro a donde hay más, lo hacemos sin, milagrosamente, rompernos nada, para volver después a acabar los restos del almuerzo, en la borda de Uzquita (14:34), ya casi sin nieve. Y de ahí a San Pelayo (15:46), donde dejamos reposar un poco el cuerpo en el banco junto a la ermita antes de volver a casa (16:50).

En resumen: un poco palicilla para los que no estamos en buena forma, pero con almuerzo y agua, es mucho mejor que pasar el domingo sentando frente a la tele o el ordenador.

¡Hasta la próxima!