lunes, 10 de septiembre de 2007

Del socorrista a la nube

Con retraso, pero ya da igual. Gracias a la mejor compañera de trabajo que uno puede tener, no como el tontolaba ese de cara amarilla y redonda, que no pocos sudores me ha costado.

Del socorrista a la nube

Te veo venir por el horizonte

y me estremezco al verte deslizar
por entre el aire caliente,
y el brillo del sol apagar.

Las curvas cambiantes de tu silueta,
al viento tu cano cabello ondulante,
sólo con observar acercarte
me alegras el día, o la tarde.

Sonrío cada vez que te veo
pasar por encima de mí,
cual diosa, cual ave poderosa,
parece que flotas sin fin.

Y cuando lloras, y cuando gritas,
por rabia de verme preso
en la jaula de sol y de agua
que sepas que me haces feliz.

Tus lágrimas se llevan todo el mal
y me dan la ansiada libertad;
y a veces tu llanto, como relámpago,
hace temblar la tierra, y me deja escapar.

Todos te maldicen y calumnian,
sólo te llaman cuando no estás,
cuando las ofensas te pesan tanto
que no quieres volverles a mirar.

Mas, a mí, todo eso, me da igual.
Te adoro y te ansío cada amanecer.
Oh, ¡te quiero nube de poniente,
nube que sales del atardecer!

Te quiero tal como eres,
te quiero tal como estés,
te quiero nube oscura y gris,
te quiero y siempre te querré.