miércoles, 14 de octubre de 2009

Adiós, compañero

Con la venia del administrador...

Aunque me cueste mil demonios y algo de agua en los ojos hacer bajar cada tecla, necesitaba ponerlo en algún sitio.

Necesitaba decir que en cada lugar que visito te imagino olisqueando, metiendo el morro y poniéndolo todo tibio de babas y pelos, buscando con tus vivos ojillos marrones y tu olfato curioso y ágil algo interesante para comer o con lo que pasar el rato. Cuando veo a alguien impecablemente vestio te pinto a su lado como cuando salías, mojado y lleno del barro de los charcos, dispuesto a sacudirte donde querías.

Necesitaba decir que, a cada puerta que abro, te recuerdo en casa rascando para poder entrar, o salir disparado hacia la hierba, al oír las cortinillas o el pestillo, y rememoro tus saltos al pedir comida, pasear o sólo para jugar. Y que, cuando subo al coche, recuerdo cuánta afición le tenías, ojeando a conciencia el veloz exterior, con el hocico tan pegado a la ventanilla como las piedras al suelo.

Tenía que escribir, aunque los árboles intenten ocultarlo, que oigo el eco de mis pasos solitarios por los bosques, que se han separado para siempre de los tuyos. Que, después de once años y medio, no puedo evitar sentirme cojo, ciego y sordo en el monte; y que el camino lo hacía al andar, pero contigo al costado, siempre buscando algo que nunca encontrabas.

Que ahora sólo te busco a ti y no te veo, no te encuentro... Llamo y silbo, y no vienes.

Y que te quería como a un hermano, y que si existía una persona en el mundo en la que confiaba, ésa eras tú. Que recuerdo el olor a tu pelaje marrón y negro, a perro fiel y sufrido, y que me resulta difícil andar sin mi leal compañero de aventuras.

Que me cuesta ver tu collar vacío...

No engaño a nadie si digo que nunca me había sentido tan solo...

Descansa en paz, amigo.

Adiós, Beltza.


Beltza (Noáin, 27/03/1998 - Orísoain, 10/10/2009)